Los molinos y las almazaras constituyeron industrias fundamentales en la economía tradicional de los municipios del Valle del Almanzora, dado que en ellas se procesaban las materias primas destinadas a la elaboración de productos alimenticios básicos que conformaron los cimientos de la dieta mediterránea hasta fechas relativamente recientes.
El presente artículo historiográfico analiza la evolución histórica y las principales características de los molinos, tanto hidráulicos como de aceite, ubicados en el término municipal de Bayarque.
Características generales y funcionamiento de un molino
Los molinos hidráulicos solían emplazarse en las proximidades de cursos de agua, ya fueran naturales o artificiales. Generalmente, el caudal se desviaba hacia el molino mediante el levantamiento de una presa que permitía derivar el agua a través de una canalización secundaria. En muchos casos, dicha conducción incluía un cubo, cuyo propósito era incrementar la fuerza de la caída del agua sobre el mecanismo. En otras ocasiones, el caudal se acumulaba previamente en una balsa, desde la cual se liberaba con la pendiente y la presión necesarias para accionar la maquinaria molinera.
Una vez apartado del curso principal, el agua caía por la acequia del molino (también denominada caz) y transmitía la energía hidráulica a la aceña. En los molinos de cubo, el agua circulaba por la acequia hasta precipitarse con fuerza a través de aquel, impulsando el mecanismo. En los molinos de acequia, la canalización debía presentar la pendiente adecuada para garantizar la presión suficiente. En los molinos de balsa, por su parte, el flujo se liberaba mediante un tablón que permitía su descenso a lo largo de una acequia con cierta pendiente, alcanzando con energía la maquinaria del molino.
El agua caía finalmente en una trampa que accionaba el rodete o rodezno, situado en la parte inferior del edificio, en un espacio abovedado denominado cárcavo. Este movimiento hacía girar la piedra volandera o superior sobre su eje. El grano, vertido desde la tolva, descendía hasta el empiedro, donde era triturado entre la piedra volandera, en movimiento, y la piedra solera o inferior, fija, obteniéndose así la harina.
A diferencia de los molinos hidráulicos, la ubicación de las almazaras o molinos de aceite no obedecía a criterios tan restrictivos, ya que no dependían de la presencia de un curso de agua. Su funcionamiento, además, resultaba más sencillo. Por lo general, se utilizaba un motor de sangre, es decir, la fuerza de un animal de tiro, para mover las piedras encargadas de triturar las aceitunas. Una vez obtenida la pasta de aceituna, esta se depositaba en unas espuertas denominadas cofines, que se colocaban posteriormente en una prensa. Mediante la presión ejercida, se separaba el aceite del resto de componentes sólidos y líquidos, completando así el proceso de extracción.
La maquila
La maquila constituía el porcentaje de cereal molido que percibía el molinero como retribución por su labor. Dicho porcentaje variaba en función del lugar y de la calidad del grano, situándose habitualmente entre el 5 % y el 12 %. No eran infrecuentes las disputas entre los molineros y quienes acudían a sus instalaciones para transformar el cereal, precisamente a causa de este gravamen. De tales tensiones surgió la conocida expresión popular: «de molinero a ladrón solo hay un escalón» (Garrido Jorquera, 2017: 417).
Los hornos de pan cocer
El horno de pan cocer era una instalación doméstica puesta a disposición de la comunidad, en la cual cualquier particular podía cocer el pan previamente amasado (Garrido Jorquera, 2017: 427). En el caso de Bayarque, se tiene constancia documental de la existencia de dos hornos de este tipo en el siglo XVI (Mirallas Jiménez, 2010: 131).
A mediados del siglo XVIII y según el Catastro de Ensenada, en Bayarque no existía ningún panadero, aunque sí se registraba la existencia de un horno de pan. Al hornero se le regulaba una utilidad anual de 730 reales de vellón, mientras que el alquiler del horno ascendía a 365 reales de vellón (AHPAL, Catastro de Ensenada, RRGG, 1751).
Ya en el siglo XX, concretamente en 1934, se documenta la existencia de dos hornos de pan, propiedad de Antonio Pordoy Sánchez y Manuel Rodríguez, lo que demuestra la continuidad de esta actividad a lo largo del tiempo (Anuario Industrial y Artístico de España, 1933-1934: 218).
El último horno de pan de Bayarque cesó su actividad en 2004, poniendo fin a una tradición centenaria que había sido parte fundamental de la vida cotidiana del municipio (Mirallas Jiménez, 2010: 131).
Los molinos y almazaras de Bayarque
No se dispone de datos sobre la existencia de molinos anteriores al año 1568 (Vincent, 1989: CVII). Sin embargo, el Libro de Apeo y Repartimiento de 1572, citado por Diego Mirallas Jiménez (2010: 34, 131), documenta la presencia en Bayarque de seis molinos harineros y dos hornos de pan. Se tiene constancia de que uno de estos molinos pertenecía a un individuo apellidado Tebo, sin que se haya podido determinar si se trataba de García Tebo o Francisco Tebo, ambos identificados como propietarios moriscos (Mirallas Jiménez, 2010: 34). Por otro lado, no se registran datos sobre molinos correspondientes al año 1593 (Vincent, 1989: CVII), lo que sugiere una posible interrupción o falta de documentación en las fuentes conservadas para ese periodo.
El Catastro de Ensenada constituye un testimonio de excepcional valor para el conocimiento de la estructura económica y social de Bayarque a mediados del siglo XVIII. En las Respuestas Generales, se documenta la existencia de un único molino harinero en el término municipal, propiedad eclesiástica adscrita a una capellanía (AHPAL, Catastro de Ensenada, RRGG, 1751):
A la Dezima-séptima Digeron que de lo que contiene, solo ai en el termino d este lugar, un molino arinero, con una piedra, propio de la Capellanía de D. Pedro Juan Mirallas, quien lo tiene arrendado en treinta fanegas de trigo en cada un año.
Este fragmento confirma que, hacia mediados del siglo XVIII, el único molino harinero de Bayarque pertenecía a Don Pedro Juan Mirallas, clérigo de menores órdenes. El molino contaba con una sola piedra y se arrendaba por una renta anual de treinta fanegas de trigo, una cantidad significativa para un núcleo rural de las dimensiones de Bayarque.
Las Relaciones juradas del vecindario eclesiástico de 1751 complementan esta información y aportan una descripción más detallada del inmueble y sus anexos agrícolas. En ellas, el propio Pedro Juan Mirallas, clérigo de menores órdenes, declara (AHPGR, Catastro de Ensenada, RRJJVE, 1751):
Poseo un Molino de Pan moler en la jurisdicción de esta villa que dista de ella medio quarto de Legua; que se dize el molino de Vaiarque está en el río que vaja de Vacares a esta villa, y da en arrendamiento en cada un año treinta fanegas y quatro zelemines de trigo; en dicho arrendamiento se incluien ocho paratos de mediana calidad que podra sembrar quatro zelemines y tienen unas parrizas pegadas a unas peñas de dichas tierras de paratos son de inferior calidad aunque se dize de Mediana; y tiene Cinco higueras y dos zerezos.
De esta declaración se desprende que el molino, identificado como el Molino de Bayarque, se encontraba a medio cuarto de legua del núcleo urbano, junto al río Bacares, localización que permite identificarlo con el conocido Molino de Abajo. Además del edificio principal, el conjunto incluía paratas de cultivo, parrizas y varios árboles frutales, lo que evidencia un aprovechamiento mixto de carácter agroindustrial y hortícola.
Por su parte, los Estados del Catastro de Ensenada consignan diversas rentas vinculadas a actividades agroalimentarias locales, tanto eclesiásticas como seculares. El alquiler del molino harinero, considerado un bien eclesiástico, ascendía a 667 reales de vellón anuales, mientras que el horno de pan cocer, de propiedad secular, generaba 365 reales. Asimismo, se registraban otras figuras fiscales y oficios relacionados con la producción y el comercio de productos básicos: el obligado de vinagre y aceite aportaba 200 reales, el facendero de vino y aceite contribuía con 150 reales, y el molinero de harina declaraba 1200 reales de vellón anuales (AHPGR, Catastro de Ensenada, Estados, 1751).
El propio documento menciona igualmente la existencia de una tienda de aceite y vino, lo que refuerza la idea de una economía local diversificada, articulada en torno al aprovechamiento de los recursos agrícolas y a la transformación de los mismos (AHPAL, Catastro de Ensenada, RRGG, 1751).
A partir de este punto, las fuentes posteriores permiten seguir la evolución del entramado molinero y agroindustrial bayarquino desde el siglo XIX hasta comienzos del XX. En 1845, el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Pascual Madoz registra la existencia de dos molinos harineros en el municipio, lo que confirma la continuidad de esta actividad desde la época moderna (Madoz, 1845, IV: 78). Este dato implica un notable incremento respecto al único molino documentado en 1751, pero a la vez refleja una reducción drástica en comparación con los seis molinos de 1572, lo que evidencia una larga tendencia regresiva en el número de aceñas desde el siglo XVI.
A finales del siglo XIX, el Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración menciona una fábrica de harinas de Antonio Sánchez; no obstante, la misma fuente recoge también dicha fábrica en el municipio vecino de Tíjola (1894: 808). En 1897, el mapa del Instituto Geográfico y Estadístico muestra que existían cuatro molinos en Bayarque (la Cerrá, Abajo, el Cura y el del Rubio), lo que revela un aprovechamiento más intensivo del recurso hidráulico en ese momento (Instituto Geográfico y Estadístico, 1897).
Ya en 1911, el panorama experimenta un cambio notable: el Molino del Cura es demolido para construir en su lugar la fábrica de la luz, signo inequívoco del proceso de sustitución del uso tradicional del agua por la generación de energía eléctrica (Serrano Navarro, 2023). El Anuario Riera de ese mismo año menciona dos molinos harineros en funcionamiento, pertenecientes a Victoria Flores Gutiérrez y Alonso García Carrasco, además de una almazara propiedad de Manuel de Torres (Riera Somalich, 1911: 358).
En 1916 se registraban dos molinos harineros, propiedad de Juan Teruel Romero y Juan Romero Martos (Boletín Oficial de la Provincia de Almería, 1917: 4). En el Anuario de Almería (1925: 404), se indica que los dos molinos pertenecían a los Herederos de Alonso García Carrasco y a la Hidroeléctrica del Almanzora, y que también había dos almazaras pertenecientes a Herederos de Diego Miralles Rodríguez y Manuel Torres Rodríguez.
En 1930, el molino de Esteban Teruel Romero fue dotado de la maquinaria necesaria para suministrar energía eléctrica al pueblo de Bayarque, lo que supuso su conversión en una pequeña instalación hidroeléctrica. Funcionó con este cometido hasta aproximadamente el año 1940, año en que Bayarque fue conectado a la central hidroeléctrica comarcal (Mirallas Jiménez, 2010: 134-135; Carreño Soler, 2025: 45).
En 1934, la documentación refleja todavía dos molinos harineros (de Juan Teruel Romero y Esteban Teruel Romero), además de una almazara (Francisco Miralles) y dos hornos de pan (Antonio Pordoy Sánchez y Manuel Rodríguez). Tres décadas más tarde, en 1962, solo permanecía operativo un molino, el Molino de Abajo, tal y como confirman Diego Mirallas Jiménez (2010: 131) y la Reseña estadística de la provincia de Almería (1965: 291). El molino tenía una capacidad de molturación en 8 horas de 2,33 quintales métricos (Instituto Nacional de Estadística, 1965: 291).
Estos datos permiten observar la evolución del sector molinero y oleícola bayarquino desde su configuración inicial en el siglo XVI hasta su declive en el siglo XX, reflejando los cambios económicos, tecnológicos y sociales que afectaron al conjunto del Valle del Almanzora.
A continuación, analizaremos detalladamente el caso de cada industria por separado.
Molino de Abajo
El molino de Abajo se encuentra en la margen derecha del río Bacares, en el paraje homónimo y cerca del paraje de la Alameda, a unos 700 metros del casco urbano de Bayarque.
Aunque se desconoce la fecha exacta de su construcción, las fuentes documentales permiten situar su origen con cierta probabilidad en el siglo XVI, momento en que el Libro de Apeo y Repartimiento de 1572 ya menciona la existencia de varios molinos harineros en Bayarque (Mirallas Jiménez, 2010: 131). Por tanto, resulta plausible que el Molino de Abajo; por su localización junto al cauce principal, fuera uno de aquellos establecimientos hidráulicos de origen bajomedieval o morisco que continuaron en uso tras la repoblación cristiana. A mediados del siglo XVIII pertenecía a Pedro Juan Mirallas (Mirallas Jiménez, 2010: 34, 131; AHPAL, Catastro de Ensenada, RRGG, 1751).
Se trataba de una aceña de cubo que contaba con un empiedro.
Caz y cubo del molino de Abajo
Se cree que éste era el molino donde Esteban Teruel Romero puso la fábrica de la luz.
Fue el último molino activo en Bayarque, siendo clausurado en la decáda de los sesenta del siglo XX (Mirallas Jiménez, 2010: 131; Instituto Nacional de Estadística, 1965: 291).
Actualmente se encuentra rehabilitado como vivienda.
Molino del Cura
El molino del Cura, también conocido como molino de Joaquín Pérez (Instituto Geográfico y Estadístico, 1897), se encontraba en la margen izquierda del río Bacares.
El conjunto estaba compuesto por la aceña y un cortijo anexo, tal y como se indica en el mapa de Bayarque del Instituto Geográfico y Estadístico (Instituto Geográfico y Estadístico, 1897).
En 1910 fue adquirido por Juan Fernández de la Cuesta, de la Hidroeléctrica del Almanzora, y fue demolido en 1911 para la construcción de la central hidroeléctrica de Bayarque (Archivo Histórico Provincial de Almería, 1910; Boletín Oficial de la Provincia de Almería, 1911: 1; La Información, 1911: 1; Diputación de Almería, 1912; Serrano Navarro, 2023).
Del cortijo únicamente se conservan en la actualidad las ruinas, único testimonio material superviviente de este antiguo ingenio hidráulico.
La central hidroeléctrica de Bayarque ocupa el lugar donde antiguamente
se emplazaba el molino del Cura. Fotografía tomada en agosto de 2024
Molino del Rubio
Se encuentra situado en la margen derecha del río Bacares, al sur de la central hidroeléctrica, y actualmente se encuentra en ruinas.
Ruinas del molino del Rubio y sus alrededores vistos desde la tubería
forzada de la central hidroeléctrica de Bayarque. Diciembre de 2023
Molino de la Cerrá
El molino de la Cerrá, también conocido como molino del Francés o de los Guiard, fue construido hacia 1880 por iniciativa de Guillermo Guiard Burgalat. Desde su origen destacó por incorporar los últimos avances técnicos en materia de molturación de granos, siendo capaz de mover dos piedras con un solo rodezno, lo que evidencia un alto grado de eficiencia mecánica y una voluntad de modernización poco común en el ámbito rural del Almanzora (Pozo Marín et alii, 2014: 124; Suárez Carrillo, 2011: 26, 30).
El edificio principal del molino, el cubo y el caz pertenecen al término municipal de Bayarque y la parte en la que posteriormente se instaló la fábrica de electricidad y parte de los corrales pertenecen a Tíjola.
A comienzos del siglo XX se inicia la transformación funcional del molino. En mayo de 1913, Adolfo Guiard Giménez proyectó la instalación de una turbina hidráulica con el objetivo de producir electricidad en el propio molino (La Independencia, 1913: 3). Cinco años más tarde, en 1918, aparecen las primeras menciones a la Eléctrica de Tíjola (Anuario de la Gran Industria de España, 1918: 55). El proceso culminó el 22 de diciembre de 1926, cuando Adolfo Guiard Jiménez solicitó oficialmente la instalación de un grupo electrógeno y una línea eléctrica destinada al alumbrado público de Tíjola y a la fábrica de harinas “Santa Isabel”, recientemente construida (Boletín Oficial de la Provincia de Almería, 1926: 2). La central hidroeléctrica, las líneas de electricidad y los transformadores ya funcionaban a pleno rendimiento en 1927.
Los elementos eléctricos instalados en el molino de los Guiard fueron una turbina (probablemente de tipo Francis) y un generador de 33 kW (44 CV), además de los aparatos que componían el transformador que elevaba la potencia de la electricidad generada allí. Posteriormente, se colocaría allí un motor de gasoil de refuerzo (Pozo Marín et alii, 2014: 165).
Tras el fallecimiento de Adolfo Guiard Giménez en 1933, la empresa eléctrica pasa a denominarse Adolfo Guiard Giménez en Testamentaria (Boletín Oficial de la Provincia de Almería, 1935: 2) y podríamos afirmar que, a partir de este momento comenzaría el declive de las instalaciones del molino de la Cerrá.
El 7 de noviembre de 1950, el Ayuntamiento de Tíjola hizo público el proyecto de Dolores Ruiz Mateo para instalar un motor de gasoil de 35 CV en el casco urbano, destinado a suministrar fuerza motriz a la harinera “Santa Isabel” y servir como fuente de electricidad de reserva (Boletín Oficial de la Provincia de Almería, 1950: 2). Este hecho puede considerarse el inicio del fin del molino de la Cerrá, pues marca el tránsito desde la energía hidráulica para dar energía a la fábrica hacia sistemas motorizados independientes y, poco después, hacia el suministro de la Hidroeléctrica del Chorro.
En 1958, el molino ya no se encontraba activo. Ese año, Dolores Ruiz Mateo solicitó la legalización del alumbrado público de Tíjola en baja tensión, autorización concedida el 3 de junio de 1958 (Boletín Oficial de la Provincia de Almería, 1958: 1-2). Paralelamente, la empresa Hidroeléctrica del Chorro fue autorizada el 4 de julio de 1958 a construir una línea eléctrica y un transformador de 50 kVA para el suministro público (Boletín Oficial de la Provincia de Almería, 1958a: 1-2).
Tras la venta del molino de la Cerrá a Hidroeléctrica del Chorro, los Guiard pasaron a ser distribuidores de electricidad en Tíjola, actividad que ejercieron hasta principios de la década de los setenta.
El Molino de la Cerrá se encuentra en un estado de ruina progresiva y ha sido objeto de advertencias sobre su deterioro durante los últimos años. En 2023 fue incluido en la Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra por riesgo de desaparición tras las gestiones realizadas por la Sociedad de Estudios Históricos “María Navarro Encinas”.
Molino en ruinas situado en las cercanías de la Cueva de la Paloma
La construcción de este molino se encuentra referenciada en el Libro de Apeo y Repartimiento de 1572, sin descartarse un origen medieval (Pozo Marín y Rueda Cruz, 1989: 567). Su clausura es de fecha desconocida, aunque se estima que debió producirse entre los siglos XVII y XVIII, ya que no figura en el Catastro de Ensenada (AHPAL, Catastro de Ensenada, RRGG, 1752).
En la actualidad, el molino pertenece al término municipal de Bayarque. Sólo se conservan restos parciales de algunas paredes, el cubo y parte del caz.
Vista de la Cerrá con los restos del caz del molino. 27 de julio de 2021
Cubo del molino. 27 de julio de 2021
Cubo del molino y restos de pared. 27 de julio de 2021
Almazara de Jerónima de Torres
La almazara se encuentra situada en la calle del Pilar de Bayarque.
Sus orígenes son inciertos. Aunque Diego Mirallas data su construcción en época islámica (Mirallas Jiménez, 2010: 132), no hay evidencias arqueológicas ni documentales que respalden esta afirmación. Las primeras referencias a la tradición oleícola bayarquina las encontramos a mediados del siglo XVIII en el Catastro de Ensenada (AHPAL, Catastro de Ensenada, RRGG, 1751; AHPGR, Catastro de Ensenada, Estados, 1751).
La industria, que perteneció a Manuel de Torres Rodríguez (Riera Somalich, 1911: 358) y posteriormente a Jerónima de Torres y otros (Boletín Oficial de la Provincia de Almería, 1947: 4; Boletín Oficial de la Provincia de Almería, 1969: 1), contaba con un empiedro con una piedra troncocónica, movido por tracción animal, y una prensa de hierro fundido.
Su actividad se mantuvo hasta 1992, fecha de su cierre definitivo (Mirallas Jiménez, 2010: 132).
En la actualidad, la almazara de Bayarque se encuentra en un estado inmejorable de conservación gracias a sus propietarios, que la mantienen prácticamente intacta, siendo un ejemplo de preservación de estas antiguas industrias oleícolas en la Comarca del Almanzora.
Conclusiones
El análisis historiográfico de los molinos y almazaras de Bayarque permite apreciar la profunda vinculación de estas infraestructuras con la evolución económica, tecnológica y social del municipio y del conjunto del Valle del Almanzora. Desde el siglo XVI hasta bien entrado el siglo XX, los ingenios hidráulicos y oleícolas constituyeron el eje productivo de la economía local, actuando como intermediarios esenciales entre la agricultura y el consumo doméstico.
Las fuentes documentales más antiguas, como el Libro de Apeo y Repartimiento de 1572, evidencian la existencia de un entramado industrial notable, con seis molinos harineros y dos hornos de pan. Esta densidad de instalaciones refleja la importancia del cereal y del pan como bases de la dieta tradicional. Sin embargo, el progresivo descenso en el número de molinos a lo largo de los siglos manifiesta una clara tendencia regresiva asociada a cambios demográficos, estructurales y productivos.
Durante la Edad Moderna, la propiedad de los molinos aparece estrechamente ligada tanto a particulares como a instituciones eclesiásticas, lo que denota el papel de la Iglesia en la gestión de los recursos hidráulicos y agrarios. El caso del molino de Abajo, propiedad de Pedro Juan Mirallas, ilustra este vínculo entre clero y producción alimentaria. Al mismo tiempo, la documentación del Catastro de Ensenada revela un sistema económico diversificado, en el que coexistían actividades molineras, oleícolas, vinícolas y panaderas, conformando un tejido agroindustrial integrado.
En el siglo XIX, pese a un leve repunte en el número de molinos, la actividad mantuvo un carácter esencialmente artesanal. La modernización técnica solo se generalizó en la etapa final del siglo, como demuestra el Molino de la Cerrá, ejemplo singular de innovación en el medio rural por su capacidad para accionar dos piedras con un solo rodezno. Este molino, al igual que otros de la zona, protagonizó posteriormente la transición hacia la generación de energía eléctrica, fenómeno que marcó el fin de los usos tradicionales del agua y el inicio de la electrificación local.
Durante el siglo XX, la coexistencia de molinos hidráulicos, almazaras y hornos de pan evidencia la persistencia de un modelo productivo de base agrícola, aunque progresivamente condicionado por los avances tecnológicos y por la integración de Bayarque en circuitos energéticos y económicos más amplios. La reconversión del molino de Esteban Teruel en pequeña central hidroeléctrica en la década de 1930 simboliza esta adaptación. No obstante, el cierre progresivo de las instalaciones, culminado con el cese del último molino en los años sesenta y de la última almazara en 1992, marcó el final de una etapa histórica caracterizada por la autosuficiencia local y la economía de subsistencia.
En la actualidad, los restos materiales conservados (en especial el Molino de la Cerrá, incluido en la Lista Roja del Patrimonio, y la almazara de Jerónima de Torres, en excelente estado de conservación) representan valiosos testimonios de la arqueología industrial del sureste peninsular. Su estudio y preservación resultan fundamentales para comprender la evolución de las tecnologías preindustriales y su papel en la configuración del paisaje cultural bayarquino.
En suma, la historia de los molinos y almazaras de Bayarque constituye un ejemplo paradigmático de la transformación de las economías rurales mediterráneas: desde un modelo hidráulico y comunitario hasta su progresiva sustitución por sistemas energéticos modernos, dejando tras de sí un legado patrimonial de indudable valor histórico, técnico y cultural.
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Créditos fotográficos
- [FOTOGRAFÍAS]: Archivo Gráfico de la Sociedad de Estudios Históricos "María Navarro Encinas" / José Antonio Serrano Navarro.
Un artículo de José Antonio Serrano Navarro