El pasado sábado 18 de mayo, coincidiendo con el Día Internacional de los Museos, la asociación Ultramarins 154 de Benicalap organizó una maravillosa conferencia de la Dra. Arquitecta Diana Sánchez Mustieles acerca de un gran icono del barrio, La Ceramo, la última gran fábrica de cerámica que pervivió en funcionamiento hasta principios de los años noventa dentro de la ciudad de Valencia.
La charla coloquio fue uno de los puntos dentro de la jornada denominada La Ceramo Viva, que fue complementada con música y talleres impartidos por ceramistas renombrados.
El marco incomparable de la fachada y puerta principal de entrada a La Ceramo sirvió como ágora. Allí, en plena vía publica, se colocaron las sillas para escuchar a Diana con la inconmensurable portada principal a sus espaldas. No se podía haber escogido mejor ubicación. Eso sí, al estar en la vía pública y al lado de las vías del tranvía, no fueron pocas veces las que Diana debió de interrumpir su locución debido al ruido de la rodadura de las unidades tranviarias. No obstante, lejos de producir incomodidad, esto le aportó frescura al evento, al igual que la lluvia (que se personó brevemente a la mitad de charla pero que no consiguió amedrentar a ninguno de los asistentes).
La Ceramo fue una fábrica de cerámicas y mayólicas ubicada en el número 142 de la Avenida de Burjassot que estuvo en activo hasta el año 1992, cuando estaba en manos de Alfonso Pastor. Fue fundada en 1889 por las familias Ros y Urgell, quienes la establecieron en Benicalap, otrora situada fuera de la ciudad de Valencia. Poco a poco, la expansión de la ciudad la fue integrando hasta formar parte del barrio.
Produjo maravillosas y artísticas obras cerámicas de exquisita manufactura, especializándose en lo que se denomina "reflejo dorado".
Desde el abandono de los trabajos, la fábrica fue entrando en un deterioro progresivo, siendo objeto de robos y saqueos de los materiales de trabajo allí presentes. De manos privadas pasó a titularidad pública, pero con cierta particularidad. Cabe destacar que el solar, de morfología rectangular, no es propiedad en su totalidad del Ayuntamiento de Valencia, si no que éste sólo es titular de 4/5 partes del mismo (las más próximas a la Avenida de Burjassot). Sin embargo, una estrecha franja que recae sobre la calle José Grollo es de titularidad privada (en manos, actualmente, de una entidad bancaria), si bien se rumorea una posible permuta de ese trozo por parte del Ayuntamiento para mantener el conjunto completo. Más que nada porque en esa zona está el corazón de La Ceramo: ¡Sus hornos morunos en perfecto estado de conservación!
Esta empresa cerámica es un caso curioso y de estudio puesto que es uno de los pocos ejemplos de fábrica en la que se producían todos los procesos industriales para la fabricación cerámica, desde la molienda de las materias primas hasta la cocción final. Todo se llevaba a cabo en una planificada y organizada secuencia destinada a minimizar los movimientos y con una meticulosa organización. En la actualidad se conservan los dos hornos principales y el reductor, de menor tamaño, en el que se producía la transformación en las piezas que le otorgaba el reflejo metálico. El Museo de Cerámica de Manises cuenta con un pequeño horno, no por ello menos valioso, que perteneció a La Ceramo para hacer pruebas.
Cuenta con una portada frontal, recayente a la Avenida Burjassot y ajardinada, por la que se accedía y que constituía un pequeño muestrario. Al lado izquierdo se encuentra la vivienda del propietario y al lado derecho están las oficinas y una sala para la exposición de las piezas de la colección. Tras la portada se abre un amplio patio donde se encuentran las balsas. Al fondo están los hornos y a la derecha las naves de trabajo, que contaban con una maravillosa luz natural para trabajar. Todo ello dispuesto de manera que se optimizase el trabajo productivo entre las distintas áreas.
Completan la instalación varias dependencias más en diverso estado de conservación, ya que a consecuencia de la falta de mantenimiento y las acciones vandálicas algunas techumbres se han caído. Durante el año 2013, los bomberos tuvieron que vallar el perímetro para evitar la caída de cascotes a la vía pública, lo que hizo que posteriormente se ejecutasen diversas actuaciones destinadas a la consolidación de elementos con riesgo de caída.
Más tarde, a finales de 2016 y principios de 2017 se abordaron unas labores más profundas de limpieza de basuras y vegetación, consolidación de estructuras y, sobre todo, de rehabilitación de los tejados para cortar el avance del deterioro que presentaban. A la par, se realizó un inventario y estudio histórico del conjunto.
De esta manera se pudo analizar tanto el estado como las volumetrías del mismo de cara a una posible rehabilitación.
Comentaba Diana que la última solicitud de BIC se produjo en un momento en el cual, debido al exceso de peticiones, la petición quedó en un callejón sin salida. Un BIC significa que no se puede alterar la estructura de la edificación sin autorización y que, en ocasiones, la estructura puede tener espacios que nos son aprovechables. Por tanto, hay otro tipo de declaraciones (tipo BRL) en las cuales no existe tanta severidad y se pueden alterar los volúmenes, siempre y cuando la alteración permita una intuición de lo que anteriormente había en esos lugares.
Terminó la charla con una ronda de interesantes preguntas por parte de los asistentes a Diana. De todas ellas me quedaré con una respuesta de la Arquitecta y que expongo a continuación:
Cuando se rehabilita un edificio, lo importante no es el tipo de rehabilitación y sus usos posteriores, si no su gestión. ¡Es lo realmente importante! La gestión a lo largo del tiempo, puesto que muchos edificios tras haber sido rehabilitados caen en el abandono al no dotarse de uso. O bien rehabilitarse y sus volúmenes no ser ideales para el uso destinado.
Una entrada de Fernando Martínez García
Créditos fotográficos
- [FOTOGRAFÍA]: Archivo Gráfico de la SEHMNE / Fernando Martínez García.